Ya se conocía previamente que unos simples ejercicios de estiramientos pueden ayudar a contrarrestar la fatiga. Pero ahora, además, los investigadores han descubierto que cuando se da el paso a la práctica de yoga incorporando respiración controlada, meditación y técnicas de relajación, esto se traduce en una mejora de la saud general y en la regulación de la hormona cortisol, la responsable del estrés. Por eso consideran probado que una práctica como el yoga, que activa a la vez el cuerpo y la mente, tiene un enorme potencial para ayudar a los pacientes con cáncer a lidiar con las dificultades físicas y psicosociales asociadas al tratamiento y a la vida después de la enfermedad.
Metodología
Para llevar a cabo el estudio, se reunió una muestra de 191 mujeres con cáncer de mama en el estadío 0-3 de la enfermedad. Todas ellas fueron designadas al azar a uno de estos tres grupos: practicantes de yoga, practicantes de estiramientos simples y no practicantes de ninguna de las anteriores. Las pacientes asignadas al primer grupo asistieron a sesiones de yoga de una hora de duración, tres días a la semana durante las seis que duró su tratamiento de radioterapia. Más tarde, se pidió a las pacientes que dieran cuenta de cómo era su calidad de vida, incluyendo niveles de fatiga y depresión. Antes, durante y después del tratamiento se tomaron muestras de saliva de todas ellas y se les practicaron test de electrocardiograma.
El resultado que arrojó el experimento fue que las mujeres que practicaban yoga con asiduidad presentaban nieveles de cortisol más bajos a lo largo del día y, con ello, sufrían menos estrés. Sólo ellas y las que practicaban estiramientos reportaron una reducción de la fatiga. De la misma manera, una vez pasados seis meses desde la finalización del tratamiento de radioterapia, las mujeres que practicaban yoga presentaban mejor estado de salud general y mejor rendimiento físico.
Aplicable también a quienes ya han vencido al cáncer
Los autores del estudio explican que la transición de la terapia activa -con todas las secuelas físicas y emocionales que conlleva- a la vuelta a la vida diaria puede resultar muy estresante para las mujeres, en tanto en cuanto dejan de recibir los mismos niveles de atención y cuidados sanitarios. Enseñarles a practicar yoga puede facilitarles en buena medida ese cambio.
El reto ahora de los investigadores es profundizar en cuáles son exactamente los mecanismos del yoga que ayudan a mejorar el funcionamiento físico, la calidad de vida y la capacidad para gestionar el día a día. Pero, sobre todo, un segundo propósito es ahondar en cuánto ahorraría a las arcas la promoción de la práctica de yoga, evaluar su relación eficiencia-coste para la economía del hospital y, con ello, del sistema.
Ana Muñoz