Viernes, 09 Septiembre 2016 11:04

Francisco Ramón López Aragón: “Un cooperante es un mediador entre dos mundos”

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Francisco Ramón López Aragón lleva más de diez años entregado a ayudar a los más desfavorecidos. Cuenta con una larga experiencia en cooperación internacional y desde 2010 colabora con Enfermeras Para el Mundo ayudando a que sus proyectos en Mauritania no dejen de crecer. Para conmemorar el Día del Cooperante, que se celebra cada 8 de septiembre, diarioenfermero.es entrevista a este cooperante sobre su experiencia con Enfermeras Para el Mundo, su visión de la cooperación y su trayectoria en Mauritania.

 

¿Por qué decidió dedicarse a la cooperación? ¿Cómo llegó a este mundo?

Desde mi juventud tenía inclinación personal por los servicios sociales. Así, una vez finalizados mis estudios de Filología Árabe en la Universidad de Cádiz aposté por enfocar mi carrera profesional a la enseñanza del español para arabófonos y gracias a una be-ca del Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación (MAEC-AECID) entré en el mundo de la cooperación dando clases de español en el Departamento de Traducción e Interpretación de la Facultad de Filosofía y Letras de Nouakchott. Mi experiencia de cooperante fue por tanto educativa y cultural primero, pasando por pequeñas colaboraciones variadas, hasta llegar a la salud con Enfermeras Para el Mundo a partir del 2010.

En su opinión, ¿qué condiciones debe tener una persona, a nivel personal y profesional, que quiera dedicarse a la cooperación en terreno?

La cooperación en el terreno requiere una visión abierta de la realidad, sin posicionamientos excesivamente inamovibles y una gran capacidad de autoaprendizaje. Un cooperante es un mediador entre dos mundos que se ocupa de identificar, ejecutar y justificar una serie de acciones adecuadas para resolver una problemática específica y esto es sumamente complejo.

Por ello, además del bagaje técnico de gestión en cooperación internacional, tiene que interesarse por conocer en profundidad las peculiaridades políticas, lingüísticas, étnicas o climáticas de la zona donde trabaja para adecuar sus acciones a la realidad. Debe proponerse comprender la psicología lo-cal, empatizar con los beneficiarios de las acciones que ejecuta, sus limitaciones morales, prioridades y tabúes. La ejecución de actividades en países pobres y desestructurados es sumamente complicada, surgen imprevistos de todo tipo, por ello, el cooperante debe ser alguien resolutivo que llegado el momento no se bloquee.

¿Cuáles son las principales necesidades del país?

La República Islámica de Mauritania es un enorme país casi vacío en población e infraestructuras, con una extensión equivalente a España y Francia juntas y algo menos de cuatro millones de habitantes de diferentes etnias y culturas. Para hacernos una idea de la situación sanitaria existente simplemente decir que una de cada 172 mujeres mauritanas “fallece dando vida” y el 12% de los niños morirá con menos de 5 años, sin olvidar que Mauritania presenta picos de desnutrición cíclicos marcados entre los meses de mayo y octubre – los meses de cosechas-, lo cual hace que la tasa de desnutrición aguda global oscile entre el 6% y el 13% de la población total, dependiendo de la zona y la pertenencia a grupos poblacionales vulnerables. Las necesidades son primarias e innumerables. Si bien el principio del desarrollo siempre comienza por la educación de base y la formación, las velocidades del progreso siempre las imponen los condicionantes locales.

¿Qué evolución ha visto en el país a lo largo de estos años? ¿Y en el ámbito de la salud y de la enfermería en concreto?

En casi 16 años de estancia en Mauritana he podido apreciar cambios de todo tipo. Cuando llegué, en Nouakchott no existía servicio de recogida de basuras, ni transporte público y apenas había mujeres en la universidad o en los cargos públicos. Pero los extranjeros no necesitábamos vehículos privados, ni cogíamos taxis, preferí-amos desplazarnos andando y conversando, podíamos vagar con seguridad por todo el país, disfrutar vacaciones visitando parajes desérticos, oasis paradisíacos, playas y marismas riquísimas en peces y aves. Tuve la suerte de vivir la última etapa de una Mauritania sencilla e inhóspita, de gentes con un desapego inusual hacia lo material y donde se cultivaba el gusto por la conversación pausada y el tiempo era infinito, medido en vasos de té. Repentinamente en 2003 nuestro país tomó partido por la invasión de Iraq, las relaciones cambiaron hasta el punto de que las ONGs españolas tuvimos que quitar los logotipos de los vehículos de proyecto.

Después debido a sucesivas intervenciones militares —un golpe fallido en junio de 2003 y dos golpes de estado en 2005 y 2008— y acciones terroristas de diferentes facciones e intereses, los niveles de inseguridad se incrementa-ron y desde entonces es difícil encontrar aquella cara amable de Mauritania. Actualmente, el estado mauritano está algo más estructurado, pero los procedimientos administrativos son imposibles, las clases sociales más favorecidas han importa-do la obsesión consumista del lujo de Oriente Próximo y la distancia entre ricos y pobres se ha acentuado.

Desde la visión privilegiada que nos da tener desde 2010 la oficina de Enfermeras Para el Mundo en la Sede Central del Ministerio de Salud en Nouakchott, hemos contemplado la mejoría de la planificación estratégica nacional del sector, así como también el aumento de recursos humanos y establecimientos sanitarios. Se ha avanzado en el desarrollo de centros nacionales especializados de cardiología, oncología o hepatovirología, se han construido nuevos hospitales regionales y puestos de salud y se ha des-centralizado la formación inicial de enfermeros y matronas. Gracias a lo dicho se ha conseguido mejorar algo las flagrantes estadísticas sanitarias y aumentar la esperanza de vida —en 2000 estaba en 58 y en 2016 en 65—, no obstante queda muchísimo por hacer.

¿Cuál es la situación más difícil a la que se ha enfrentado en estos años?

No tengo duda. Fue el golpe de estado fallido del 9 de junio del 2003, que estuvo a punto de desembocar en una guerra civil, de hecho los rebeldes se apoderaron de la unidad militar nacional de carros de combate y hubo enfrentamientos armados en buena parte de la ciudad, incluyendo la plaza pública de enfrente de mi casa.

La consigna de nuestra embajada fue “no salgáis, permaneced en casa” y así estuvimos 48 horas encerrados sintiendo el tormentoso ruido de los cañonazos de tanques, que hacían vibrar los cristales de las ventanas tanto cuando salían disparados como cuando impactaban en su objetivo, o el sonido continuo de las ráfagas de ametralladoras y fusiles de asalto. Los expatriados estábamos traumatizados, enganchados al teléfono y la radio internacional, sintiéndonos demasiado vulnerables y sin saber lo que sería de nosotros. Mauritania nos mostró una vertiente límite y agresiva que no conocíamos y que realmente me marcó.

¿Cómo son los proyectos que Enfermeras Para el Mundo tiene en la zona?

Enfermeras para el Mundo aterrizó en Mauritania en el año 2000 cuando el alcalde de la ciudad de Nouadhibou—la segunda ciudad más importante del país—, nos invitó para hacer un «diagnóstico situacional», que constató las carencias formativas del personal sanitario en esta. Ejecutamos entonces un proyecto financiado por el Gobierno de Canarias entre 2001-2004 para primero construir y equipar un Centro de Formación de Enfermeros y más tarde ejecutar el “plan global de formación de personal de enfermería de la ciudad de Nouadhibou” impartiendo un programa de formación continua que abarcó desde cuidados pre y posoperatorios, a primeros auxilios, procedimientos de enfermería pediátrica, cirugía menor o enfermería en la maternidad.

Tras algunos años de interrupción, regresamos en 2009-2012, para contribuir a reducir el déficit de personal sanitario nacional y construimos y equipamos la Escuela de Salud Pública de Kiffa, el primer centro de formación, de enfermeros y matronas fuera de Nouakchott, a través de un proyecto cofinanciado por la AECID. Se llevó a cabo también la compleja formación de 25 profesores especializados, que por primera vez en Mauritania se cualificaban en su propio país.

Entre 2011-2014 y con el apoyo financiero de la AECID, nos centramos en un proyecto de formación de los enfermeros y matronas mauritanos. Habíamos constatado que prácticamente no se actualizaban sus conocimientos desde hacía más de una década, así que realizamos primero un estudio para definir las necesidades de formación a partir del cual se configuraron una serie de módulos de formación dirigidos a mejorar la gestión de las estructuras sanitarias, reforzar las competencias profesionales de las matronas e incidir en la importancia de mejorar la atención al paciente atendiendo a la diversidad cultural y lingüística. En dichos módulos formamos a 240 enfermeros y matronas del país.

Entre 2013 y 2016 nos hemos concentrado en el llamado “Cinturón de la Pobreza de Mauritania” (regiones rurales de Gorgol, Guidimakha y la Assaba) para paliar allí dos problemáticas precisas: la proteccción de la salud materno-infantil y la prevención de una serie de enfermedades prevalentes en Mauritania. Concretamente, EPM ha formado a 60 enfermeros procedentes de pequeños puestos de salud aislados y a 60 Agentes de Salud Comunitaria para realizar las sensibilizaciones de estas dos temáticas en los barrios y pequeñas aldeas dispersas. Además, en breve realizaremos la formación continua de 45 parteras. El gran hito de este proyecto ha sido la configuración de un programa de ocho módulos de formación continua independientes de la partera, en el que por fin se dilucidan las responsabilidades exactas y la frontera de las competencias de este colectivo sobredimensionado en Mauritania, donde se ven obligadas a asistir a los partos del interior del país sin apenas formación inicial. David Ruipérez

Contenido revisado en Marzo de 2024.
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