Se realizó con un estudio cualitativo en el que se entrevistó a cuatro mujeres con experiencia en el cuidado informal de sus familiares. Tras analizar las respuestas, la enfermera concluyó que “las cuidadoras rechazan ingresar a sus familiares en residencias, ya que sienten la obligación moral de atenderles en su domicilio”. Además, tal y como ella misma puntualiza, “consideraron que los cuidados que sus familiares van a recibir en las residencias no van a ser de igual calidad que si son realizados por ellas”. “Para llevar a cabo los cuidados con la mayor calidad posible, han tenido que adaptar el domicilio, incluso llegando a cambiar de vivienda. Así como la adquisición de recursos materiales para facilitar las tareas diarias, lo que supone que, en ocasiones, las familias tengan que redistribuir sus recursos económicos para dar respuesta a las necesidades de sus familiares e incluso, con frecuencia los gastos se cubren con el consumo de los ahorros acumulados”, puntualiza.
Entre otras cuestiones, también vio que “la salud física y mental de las cuidadoras se ve afectada y el deterioro propio tiene consecuencias en el desempeño de su rol de cuidador, lo que genera incertidumbre ante el futuro de su familiar”.
“Las enfermeras debemos de tener un papel educativo con las cuidadoras, a través de la enseñanza de la correcta realización de los cuidados diarios a su familiar, con el objetivo de minimizar las consecuencias negativas tanto en su salud física como emocional”, subraya la enfermera.