Tras realizar una revisión científica, el grupo de enfermeros que participó en el estudio concluyó que factores como la edad, los problemas médicos recurrentes, un historial de convulsiones recientes, problemas en la deambulación y en la conducta y ciertos aspectos ambientales como el hacinamiento o la falta de luz aumentaban el riesgo de caídas en esta población.
Bernal destaca que como elementos para disminuir la incidencia de caídas en esa población “vimos que la información y educación a padres y cuidadores era eficaz, así como el seguimiento de los síntomas psicopatológicos y convulsiones ayudaban a disminuir el número de caídas. Por último, la inmovilidad y fomentar la deambulación debe ser un objetivo prioritario para evitar estos problemas.
Para él, el trabajo de la enfermería es fundamental porque abarca desde la valoración del riesgo, pasando por la implantación de las medidas preventivas, a la atención de urgencias en caso de producirse la caída y el apoyo en la rehabilitación si hay lesiones. El objetivo final de la enfermería es mejorar la calidad de vida de la persona con discapacidad intelectual, fomentar su autonomía y evitar la inmovilidad por esta causa.
Ángel M. Gregoris