In memoriam: Miguel Ángel Rubio González

Conocer a Miguel Ángel ha sido una experiencia clave en mi vida, sé que muchos de los que tuvimos la suerte de compartir con él llevamos su huella: profesionales, usuarios de salud mental y personas que, en uno u otro contexto, le conocimos.

Su COMPROMISO (sí con mayúsculas), su profesionalidad, la lealtad a sus principios y a los seres humanos con los que compartía, no sólo le identificaba, sino que le hizo desarrollar la habilidad de ir contagiándonos (enseñándonos) de ellas.

Nació en Málaga, ciudad en la que ha vivido prácticamente siempre, el 18 de enero del año 1955 en el seno de una familia humilde pero bien estructurada, sus padres, a los que cuidó hasta el último momento, fueron un referente esencial en su vida.

Desde muy joven comenzó a identificarse con los desfavorecidos (siempre pensé que esa tendencia le llevó a estudiar Enfermería) y muy pronto, a definirse por una Salud Mental, hasta entonces manicomial, en la que comenzaba la ebullición de la Reforma Psiquiátrica.

Estudia Enfermería (ATS por entonces) en la Escuela “del Hospital Civil”, única entonces en la ciudad; ya desde antes de acabar comienza a trabajar en el turno de noche paliando la carencia de profesionales que entonces existía (práctica habitual en la época), ya en ese momento establece relaciones con compañeros y compañeras que ha conservado hasta el final. Muy pronto se decanta por trabajar en los pabellones de psiquiatría del Hospital Civil, instalados donde hoy se ubica el aparcamiento. En ese momento se trataba de un manicomio en el que además de lo que hoy conocemos como pacientes mentales, se encerraban a personas disminuidas psíquicas, inadaptadas sociales y alienadas de todo tipo, configurándose un micromundo en el que reglas y normas esenciales para los ciudadanos adquirían otra dimensión y donde los abusos y deprivaciones eran posibles, a veces en condiciones de impunidad.

Sin duda es esta situación la que atrae a Miguel Ángel que, desde sus inicios, se inserta en el grupo de profesionales que hacen de avanzadilla de la Reforma en nuestra ciudad, lucha desde dentro del sistema para cambiarlo (huelgas de hambre, quema de los rudimentarios “electroshoks” de la época, etc…). Finalmente consiguen cambiar la situación y, para entonces, ya había quedado atrapado en la defensa a ultranza de la dignidad y los derechos de los pacientes mentales graves.

Forma parte, tanto a nivel local como de la Comunidad andaluza, del grupo que lidera la gestión del cambio institucional de la asistencia manicomial a la asistencia comunitaria que hoy conocemos en Salud Mental.

Durante toda esta época y hasta el final, Miguel Ángel tuvo una visión política de las situaciones, sin renunciar a una actitud crítica cuando entendía que los responsables se desviaban de los objetivos que impulsaron las acciones. Esa actitud suya no estuvo desprovista de recibir ciertos rechazos y críticas, algo que no consiguió doblegarlo.

Su creencia en una Enfermería bien formada, especializada, con amplias cuotas de autonomía en el mapa de las atribuciones profesionales, le lleva a ser pionero de la ANESM (Asociación Nacional de Enfermería de Salud Mental) ocupando un importante lugar y difundiendo sus planteamientos filosófico-profesionales entre la mayoría de los compañeros en la ciudad. Siempre en la vanguardia, pero nunca ocupa un cargo directivo, prefirió ser parte de esa otra estructura necesaria que vela por conservar aquello principal, original si se quiere, que hace de brújula en el devenir de las instituciones.

Convencido defensor de “lo público”, desarrolla su actividad profesional siempre en este ámbito de los sistemas sanitarios, trabajó tanto en la asistencia hospitalaria como en la comunitaria de Salud Mental, su último destino profesional ha sido la USMC de El Cónsul, dejando su huella personal allá por donde pasó: profesionales y usuarios le recuerdan después de años de su paso.

Su constancia en la autoformación y su pasión por mejorar situaciones existenciales de los otros le lleva en 1999 a formarse en la teoría sistémica y forma parte de un reducido grupo que crea la Unidad de Terapia Familiar Sistémica que aún continúa funcionando en el contexto sanitario público. Este enfoque parece renovar ilusiones en un Miguel Ángel con un largo recorrido en un ámbito profesional difícil y, a veces, frustrante.

Colaborador altruista del departamento de Salud Mental de la Facultad de Enfermería de la U.M.A., son muchos los compañeros/as que le recordarán de su etapa de estudiantes, siempre de la mano de su inseparable Bernardo, ayudándoles a entender la salud/enfermedad mental, al tiempo que entendían la vida misma.

Me duele que se haya marchado Miguel, me duele por lo personal ya que me daba mucho, me duele por lo profesional, porque necesitamos profesionales como él que crean y luchen de una forma serena y constante por lo que piensan y, sobretodo, me duele como ser humano, porque su compromiso con lo común (con nosotros), con todos en definitiva, es un valor que escasea demasiado en estos tiempos.

De forma personal y, con vuestro permiso, de forma colectiva como enfermero, como profesional de la salud mental, como trabajador de “lo público”, como miembro del grupo de Terapia Familiar, como ser humano, quiero manifestar nuestro profundo pesar a su compañera Carmen, a su hermano Julián y a sus sobrinos.

Descanse en paz.

Joaquín Aragón Ortega

Contenido revisado en Marzo de 2024.
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